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Aunque el triunfo del violín como instrumento solista en la Italia del siglo XVII resulta incontestable, los conjuntos de viola siguieron teniendo una presencia notable durante décadas, destinados tanto a las nuevas prácticas de disminución solista sobre un bajo continuo como a la interpretación de piezas polifónicas, bien pensadas específicamente para algún tipo de instrumento o conjunto, bien adaptadas de la música vocal. Entre esos conjuntos, alcanzó especial fama el que mantenía en Roma el cardenal Francesco Barberini, sobrino del papa Urbano VIII (Maffeo Barberini), quien le encargaría la dirección de la Biblioteca Vaticana.

Andrea de Carlo, director del conjunto de violas Mare Nostrum, plantea en este disco un programa que bien podría haber sido el del concerto de Barberini. Incluye obras de Frescobaldi, pensadas para instrumentos de teclado y que en las violas suenan con una prestancia y una claridad muy especiales, danzas de Kapsberger, dos de los ocho ricercares escritos por Palestrina (sus únicas obras instrumentales conocidas), canzonas y madrigales de Cherubino Waesich, un violista residente en Roma por aquella época, y piezas de Domenico Mazzochi, hermano del maestro de capilla del cardenal, que escribió madrigales pensados para el acompañamiento con violas e incluso para su interpretación puramente instrumental. El conjunto vocal Vox Luminis se encarga de los madrigales de Mazzochi y Waesich, en los que luce un empaste y una delicadeza que encajan a la perfección en las versiones del Ensemble Mare Nostrum, dominadas por una sonoridad dulce y refinada, elegante y sinuosa que ni en la atrevida propina (una Sonata de Scarlatti) pierde la compostura, conservando siempre su tono de lírica sensualidad, tan adecuada para la paz de las tardes primaverales que se avecinan.

Pablo J. Vayón

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